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Miercoles, 24 de Abril de 2024, 14:50 

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    Placer casual

    Placer casual

    El cielo se había oscurecido cuando Ernesto salió del edificio donde trabaja, con el paraguas en la mano, esperando el momento en que la lluvia comenzara a caer para abrirlo y llevar a casa lo más seco posible. En la avenida principal, vio a una joven rubia con una minifalda, gritar palabras obscenas a un motociclista que se alejaba a toda velocidad, ella parecía realmente enojada cuando Ernesto se acercó para preguntar si se encontraba bien.

    Una mirada de arriba abajo por parte de ella, hizo que él se estremeciera. Era hermosa de una forma voluptuosa y lo miraba con interés.

                    —Estoy un poco hambrienta, sinceramente —comentó ella tocando su abdomen plano— ¿Me llevarías a cenar?

    En ese momento la lluvia comenzó a caer con mucha fuerza, sobresaltándolos. Ernesto abrió su paraguas y los cubrió, mirando con interés como el frio erizaba los pezones de la chica, que presionaron a través de la tela con insistencia.

                    —¿A dónde quieres ir? — preguntó Ernesto acercándose un poco más a ella para sentir el cuerpo femenino pegado al suyo.

                    —A donde tú quieras llevarme — Respondió ella con una sonrisa lasciva.

    Sin decir nada más, Ernesto la guio calle abajo hacía su sencillo apartamento en un pequeño edificio. Al llegar, la invitó a sentarse en la mesa, donde calentó una sopa y la sirvió con un poco de pan y salchichón, todo esto acompañado con vino barato. Comieron animadamente y ya con el estómago lleno, el cuerpo exigió saciedad a otra necesidad completamente diferente.

                    —¿Qué hacemos con la ropa? — preguntó ella mirándolo con descaro.

    Ernesto propuso dejarla toda en el suelo y ella estuvo de acuerdo. Al momento de que sus bocas se encontraran, él sintió un calor electrizando recorrerle el cuerpo, haciéndolo sentir un deseo que nunca antes había sentido. La piel de ella era suave donde tocaba, la piel de su pecho estaba caliente y sus pezones enrojecidos eran caramelos para su lengua, haciéndolo deleitarse.

    Ella lo tocó a través de la tela del pantalón, sintiendo que Ernesto estaba duro y completamente listo para ella, así que lo ayudó a desvestirse con rapidez. El camino a la cama fue rápido y un poco desastroso debido a todos los tropiezos que se llevaron, pero al llegar ambos estabas desnudos completamente y Ernesto aprovechó la oportunidad de acariciar el trasero frio de ella, excitándose aún más al sentir aquella generosa zona con sus palmas abiertas, quería follarla de todas las formas posibles, pero ella parecía tener otros planes ya que lo empujó a la cama y colocándole un preservativo que él no había visto, se puso a horcajadas sobre la polla de él.

    Entrar en ella, fue como entrar en un volcán lleno de lava ardiente, Ernesto no pudo evitar el suspiro de placer que salió de su garganta. La rubia lo montó con maestría y desinhibición, abriendo sus piernas ampliamente para que él pudiera ver la manera en la que su polla desaparecía en el sexo de ella, se dispuso a trazar círculos sobre su clítoris. La noche entera estuvieron follando, hasta que se durmieron exhausto.

    Ernesto se dijo a sí mismo que había encontrado a la mujer de su vida. Pero al día siguiente se despertó solo, con la nevera vacía y echando en falta sus relojes y el efectivo en su cartera, sin embargo, lo que más le dolió es que la hermosa rubia no estuviera ahí.

    Desde entonces, siempre camina por la avenida deseando verla e invitarla a cenar en casa.

     

    FIN

     

    Etiquetas relato erótico