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Jueves, 25 de Abril de 2024, 14:30 

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    Penélope, la muñeca realística

    Penélope, la muñeca realística

    Ya estaba cansado de los juguetes sexuales.

    Me parecía haber agotado el inacabable catálogo de juguetes de una tienda tan bien abastecida como intimates.es pero era cierto: no encontraba verdadera satisfacción.

    Había probado con los culos y los coños en lata, en vano, porque seguía siendo mi mano. Incluso los masturbadores que imitan una boca y te dan la sensación de estar apretando un cuello de verdad, me hacía sentir que estaba dándome placer con una extensión de mi mano.

    Quería algo distinto, algo más real.

    Algo que tuviera su propia personalidad y que no necesitara de mi total atención y movimiento, algo que fuera independiente a mí y que estuviera ahí para darme placer siempre que yo quisiera.

    Fue ahí cuando descubrí a las muñecas realísticas.

                      Me había cansado de las mujeres, sexualmente hablando. Había algo que no terminaba de gustarme. Probé con los hombres y tampoco hubo mucha novedad. Terminé dándome cuenta de que en verdad lo que no me gustaba era estar en comunicación con otra persona. Tener que hablar, complacer, dar placer. Yo deseaba abandonarme a mi propio goce y disfrutar de mi propio placer sin tener que preocuparme por complacer a alguien, tampoco por lo que iba a decir después de correrme. Solo quería follar y ya está. Así que comencé rápidamente a comprar gran parte del catálogo de masturbadores de intimates.es, que no me terminaron de convencer. Hasta que un día, buscando algo con la esperanza de encontrar mi salvación, apareció frente a mis ojos Penélope, la muñeca realística de casi un metro setenta. Fue amor a primera vista.

                      Ni siquiera el precio me hizo dudar. Ya había gastado mucho más que eso en prostitutas que nunca lograron satisfacerme, chicas que jamás pudieron cumplir con mis expectativas. Además de Penélope, compre lubricantes y esperé ansiosamente a que llegara mi muñeca realística, que no tardó en ser entregada.

                      Es difícil describir la emoción que sentí al abrirla. Que yo recuerde, ni siquiera con los regalos de navidad había sentido tanta emoción. Al romper con todo el envoltorio, me encontré con una mujer de piel suave y mirada profunda, pero a la vez ausente. La miré fijamente a los ojos, pero la muñeca realística no me dijo nada.

                      Le sostuve la mirada durante un rato, pero estaba ahí, tiesa. Así que la abofetee. “¡Te crees la gran cosa, ah, so puta!” le grité, pero no me dijo nada. Ahí fue cuando algo se apoderó de mí, moviéndome a pegar mis labios con los de ella. Fríos y suaves, como a mí me gustaban. Cogí el lubricante, le llené el coño, la lancé sobre la cama y me la follé como un animal. Ella no me decía nada, la muñeca realística solo estaba ahí, mirándome con los mismos ojos fríos y distantes que me atraparon apenas la saqué del envoltorio.

                      Cuando me corrí tampoco me dijo nada. Eso me puso aún más, la coloqué boca abajo y me la follé por detrás, imitando a los perros. Ella estaba ahí, solo para mí. Nada la movía, nada la perturbaba, mi placer era lo único que importaba. Luego de correrme la segunda vez, volví a caer en cuenta de que era una muñeca realística, porque Penélope era tan real, que para mí era el regalo que estaba esperando, la satisfacción que estaba buscando.

                      Le di un beso y me fui a prepararme un bocadillo a la cocina. Sabía que al volver me encontraría con que ella estaría en el mismo lugar donde la dejé. Sabía que sobre mi cama estaría Penélope, la muñeca realística, mirándome con esos ojos profundos y distantes que me hicieron perder el control en un principio.