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Viernes, 29 de Marzo de 2024, 02:16 

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    Sumisa y complaciente

    Sumisa y complaciente

    Siempre había pensado que algunas cosas son para ciertas mujeres, chicas más sumisas y complacientes, de esas que prefieren esperar en casa con la cena lista, el cabello perfectamente arreglado y una sonrisa constante en la cara.

    En definitiva nunca pensé en mi misma como una mujer que soportara la idea de estar siempre abajo durante el sexo, y esos juegos de sumisión y dominación definitivamente no me iban.

    Por eso cuando conocí a Paulo, pensé que me había vuelto completamente loca si pasaba por mi cabeza la sola idea de mostrarme sumisa y complaciente, pues cuando se trata de sexo no había medias tintas, uno de los dos debe ceder.

    Uno debe convertirse en el amo y el otro en el sumiso, claramente esto podía intercambiarse en el trascurso del acto en sí, pero alguno debía llevar el control, si no el polvo sería una constante lucha de poder que no terminaría en un orgasmo, sino en un cabreo.

    Y a ella le cabreaba que Paulo fuese tan dominante, tan exigente, tan malditamente sexy y que la tuviera totalmente sumida y complaciente para él.

    Lo conoció en un bar del centro, aunque ella siempre fué de las que creía que nadie iba un domingo a beber, luego de una cena familiar en casa de sus padres, terminó en un bar comprobando que cuando de fiesta y huelga se trata, las grandes ciudades nunca duermen.

    Él estaba bebiendo solo y mirando instagram con cara de aburrimiento, su cabello negro en contraste con su piel pálida, le daba el aspecto de un ángel malvado, a ella le gustó, por eso cuando la silla de su lado se desocupó, casi choca con otra chica en su intento de sentarse junto a él.

    - Un cubata – pedí acomodándome en el asiento complacida.

    Mi voz pareció llamarle la atención porque de inmediato me miró, sus ojos café me calentaron desde los pies hasta la cabeza, pero intenté no mirarlo demasiado ni parecer una mujer sumisa y complaciente, él sin embargo no desvió su mirada en ningún momento, parecía divertido con mi intento de ignorarlo.

    Bebí mí combinado con calma y miré alrededor el lugar, él continuó mirándome hasta que lo enfrenté alzando mi ceja derecha con aparente hastío, mientras en mi interior me repetía: no parezcas una mujer sumisa y complaciente, no quieras que tengan la idea equivocada de ti.

    - ¿Eres una chica fuerte y dominante? – preguntó él tomándome de sorpresa con sus palabras y su voz rasposas, a lo que respondí asintiendo con la cabeza.

    Duramos un par de minutos más en el bar hasta que me invitó a su casa, acepté su invitación inmediatamente y nos encontramos entrando su apartamento una hora después.

    - No soy sumisa y complaciente – repetí un poco divertida – así que deja mirarme con esa cara de lobo feroz.

    - Creo que podemos probar eso – aseguró él dejando la chaqueta sobre el sofá de la sala y caminando hacía su habitación.

    Sacó del armario una caja y me pidió que me desnudara, lo hice esperando con curiosidad descubrir que había en la casa.

    Mi sorpresa fue enorme cuando vi un set de cuatro esposas unidas por un aro de metal.

    - No soy una sumisa – dijo ella inmediatamente.

    - Tampoco complaciente- contentó él – lo recuerdo, ahora ven aquí y descubre si eso es realmente cierto.

    Esa noche decidí probar el otro lado y desde entonces no he podido volver, ahora cuando miro ese juego de esposas me emociono, soy sumisa y complaciente, pero eso no significa que soy una chica débil, al contrario, me gusta lo que me gusta y no me apena admitirlo.