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Jueves, 25 de Abril de 2024, 12:26 

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    Pene al natural

    Pene al natural

    Hay algo en la forma fálica que siempre ha sido de gran interés para mí. El palo de la escoba, los árboles, las bananas, las zanahorias, los pepinos. Siempre me ha parecido que la forma de un cilindro largo, de un falo, es tan hermosa como para algunos lo puede ser una flor. Por eso cuando tuve mi primera gran erección y vi mi pene orgulloso, venoso y enrojecido, erguirse, supe que me iban a gustar los penes para toda la vida.

                      Pero había algo que no me gustaba del todo. Eso eran los testículos. Los testículos son el antagonista directo del pene y su forma fálica perfecta. Dos ovoides dentro de un saco de piel. Nunca me gustaron. Por eso, cuando comencé a acostarme con chicos, siempre las evitaba. Al momento de hacer o que me hiciesen un oral, prefería engullir o que me engulleran el pene. Incluso durante la penetración. Cuando me lo metían, no me gustaba la sensación de los cuatro ovoides chocando, como en un juego de pinball. Ni tampoco me gustaba ser el empalador de esta forma.

                      El que no sabe es como el que no ve. Yo no estaba dispuesto a cortarme los testículos, pero a la vez no me gustaban del todo. Eran una parte de mí que no me gustaba mucho, como algunas mujeres con sus pechos. Era un poco infeliz en este sentido, hasta que un día, navegando en intimates.es para comprar mi habitual lubricante a base de agua para follar delicioso y a la vez comerme el culito de mi pareja con sabor a fresa, me encontré con algo llamado ball stretchers. Una bolsa de plástico para cubrir mis testículos, generar una sensación distinta en ellos y aislar el pene. No pude evitar comprarlo.

    Compré dos, de hecho. Uno para mí y uno para mi pareja. Primero los probé en él, aislando su pene para poder disfrutar de el sin la menor distracción por parte de los testículos. El resultado fue la mejor mamada que he hecho en mi vida. Me coloqué el mío y me puse en cuatro patas para probar que tal se sentía y en ningún momento sentí sus ovoides rebotar contra los míos. Solo ese gran aparato de él introducirse en mi culito apretadito, una sensación indescriptible.

    No pude evitar volver a chupárselo. Disfrutaba tanto de poder sentir el pene solo, sin nada más, que quería aprovecharlo al máximo. Se lo chupaba sintiendo como apretaba las nalgas por la sensación. Si hubiera estado acostado, la sabana se le habría metido en el culo. Pero en fin, lo chupé hasta que se corrió en mi boca y luego lo chupe un poco más hasta dejarlo seco.

    Desde esa primera vez en que pude disfrutar plena y netamente del pene de mi pareja y del mío propio. El no siempre lo usa, pero desde ese momento no hay una sola vez en que no me ponga ball stretchers para penetrar o ser penetrado, para comer o ser comido, incluso para tocarme, masturbarme o masturbar a alguien más. Lo que sea. Siempre supe que los penes me gustarían toda la vida. Estaba en lo cierto, demasiado en lo cierto.